A veces la musa baja cuando menos lo esperas. Lo siguiente es
producto de una noche aburrida donde lo único interesante que estaban
pasando en la TV era un documental sobre Manet.
De los pintores en la transición del Realismo al
Impresionismo Manet fue de los grandes. En una palabra: Veraz.
Durante una época
donde el arte era un reflejo de la hipocresía social, una muestra de
falsa perfección, este pintor decidió ir a la contra y mostrar un ser humano puro: lleno de imperfecciones.
Sus modelos no eran la delgada y grácil Venus o las Ninfas
delicadas, sino mujeres desbordantes de carnes generosas y mirada penetrante.
Solo ellas aparecían desnudas en sus cuadros. La ausencia de sus ropajes
complejos era una metáfora para “desnuda tu alma como desnudas tu cuerpo”. Los
hombres aparecían vestidos y relegados a un segundo plano porque correspondía a
la “dama” ser la figura central de la obra. Una figura luminosa y desvestida
mostrándose tal y como era, sin tapujos ni pudores.
Según un documental que vi hace poco esas “damas” desnudas
representaban lo que los hombres escondían. Ya fueran sus amantes o las mujeres
de sus deseos. Yo creo que van más allá.
Su “Olimpia” se ofrece con total naturalidad. No es una figura femenina idealizada como una diosa con una desnudez suavemente recatada, casi tímida. No es una dama, es una prostituta que no se avergüenza de su oficio. Manet no tiene intención de moralizar sobre ella. Simplemente enseña una mujer de carne y hueso que dice desafiante “soy lo que soy. Y qué?”
Monet quizo imitarle sin éxito. Intentó reproducir “Almuerzo…” en una versión más convencional a ojos de la crítica del momento. Picaso pasó años tratando de recrear algo semejante al impacto dejado en él por ese mismo cuadro y no le fue posible.
En cuanto a mí, solo me queda tomar inspiración de un maestro
como él y sacar unas cuantas líneas.
Hasta la próxima
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