martes, 27 de noviembre de 2012 | By: Sophae

Estoy aquí y no me voy


Tienes el don de aparecer cuando más te necesito. De llegar con el abrazo que me devuelve el alma al cuerpo, justo a tiempo para secarme las lágrimas y susurrar a mi oído “estoy aquí, y no me voy”, hacerme sentir querida y amparada. Eres capaz de adivinar lo que pienso, de oler mi tristeza  y venir corriendo a curarla. De ser mi fuerza y mi caballero con brillante armadura, siempre presto a defenderme.

Pero ahora eres tú quien me necesita. Quien llega sangrando y me muestras tus manos rotas, inútiles, cansadas. Tu armadura está rota, ajada, oxidada después de una cruel batalla. Y me toca abrazarte, acariciar tu pelo, acunarte en mi pecho como a un niño pequeño hasta calmarte. Besar tu frente y llorar contigo.

Tú y yo somos un par de almas perdidas desandando un valle de tinieblas, que tuvieron la suerte de chocar en la oscuridad y se quedaron juntas. Nos tomamos de la mano y seguimos caminando, buscando una luz cualquiera, un lugar mejor.

Conmigo siempre tendrás dónde reposar tu cabeza abrumada. Di  cuándo y cómo, que yo iré a ti. O te esperaré con la puerta abierta si quieres venir.